22 de mayo de 2006

Vivir a crédito ya no está mal visto

En El Correo de ayer aperecía el reportaje de César Coca: Tras la fuerte subida del endeudamiento hay un cambio de cultura: vivir a crédito ya no está mal visto. En el reportaje aparecen datos escalofriantes sobre el nivel de deuda de las familias:

  1. La deuda total de las familias ha pasado de 235.402 millones de euros en 1998 a 701.384 millones de euros en 2005.

  2. Los créditos hipotecarios han pasado de 117.474 millones de euros en 1998 a 424.237 millones de euros en 2005.

  3. El resto de deudas han pasado de 117.928 millones de euros en 1998 a 277.147 millones de euros en 2005.

Cito algunos párrafos del reportaje que me han parecido especialmente significativos:
«Vivimos en una sociedad consumista y son muchas las finalidades para las que se endeudan las familias», explica Inés Monguilot, directora de Marketing de la BBK. Lo hacen, además, olvidando el principio que aplicaron estrictamente nuestros abuelos: que salvo para comprar un piso lo más adecuado es renunciar a un bien o un servicio si no se puede pagar al contado. Esa norma llevaba a no poder salir de vacaciones si la familia no disponía de ahorros suficientes para pagarlas. Ahora eso no pasa. «Vivimos un momento en el que prima el 'carpe diem', el disfrutar del momento», explica el sociólogo Amando de Miguel. «La gente desea gozar de lo que tiene y no es necesario acumular tanto de cara al futuro, porque hay Seguridad Social que nos atenderá si estamos enfermos y un sistema de pensiones que nos garantiza unos ingresos mensuales».
Lo que sí parece cierto es que también en esto está cambiando la mentalidad de los españoles. Hace unas décadas, cualquier padre o madre ahorraba durante su vida para, entre otras cosas, tener algo que dejar a sus hijos. Hoy no. Los padres invierten cuanto puedan en la formación de sus descendientes, y a partir de ahí «que cada generación se busque la vida», comenta Amando de Miguel. Se la busca, eso sí, a una edad bastante más avanzada que sus padres, porque, como dice Elzo, éstos les dan demasiado dinero para gastar y demasiados objetos de consumo, ropa incluida. Eso fomenta «aún de forma no consciente la dependencia como modo de vida». La dependencia de los padres primero y de las entidades financieras después para poder mantener un nivel de consumo que les sería inalcanzable si tuvieran que pagarlo todo al contado.
En una sociedad en la que el consumo es una seña de identidad, los ciudadanos han decidido que más vale tener muchas cosas aunque sea endeudándose. Vivir a crédito, que hace un par de generaciones era un signo inequívoco de escasez de recursos o afán de vivir por encima de las propias posibilidades, ha dejado de ser la excepción para adquirir la categoría de norma. A finales de mayo, muchos españoles están terminando de pagar el crédito que pidieron para contratar las vacaciones de verano del año pasado. Y ya han tramitado otro préstamo para financiar el viaje del próximo agosto. Endeudarse no es ahora el último recurso: es un estilo de vida.

El método de nuestros abuelos de no endeudarse y meter el dinero en la cartilla, quizás no les hizo ricos pero, el método actual, de endeudarse hasta para pagar las vacaciones, nos lleva directos al precipicio.

Una educación financiera adecuada evitaría las terribles situaciones personales que se vivirán cuando muchas de estas familias no puedan hacer frente a sus deudas. Bien por una disminución en sus fuentes de ingresos, bien por una subida de los tipos de interés.

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